La historia de la cerámica japonesa es tan amplia como interesante. Durante más de diez mil años su prolífica producción ha generado un sin fin de piezas de un gran sentido artístico y ha desarrollado técnicas que han permitido el desarrollo de un producto de una calidad sobresaliente.
Si por algo se caracteriza la cerámica japonesa es por el metódico y calculado uso de las materias primas, las arcillas, sobre las que se han empleado cada vez técnicas más imaginativas con gran habilidad y el excepcional uso y combinación de diferentes texturas y motivos decorativos de variada índole.
Como en muchas otras artes japonesas, la cerámica no sólo se ha producido con un fin utilitario, pues aunque esta pueda ser una de sus principales peculiaridades, también tuvo un destacado carácter religioso y ceremonial como exvoto o simplemente como objeto estético puramente artístico concebido sin más propósito que el deleite de los sentidos.